jueves, 18 de abril de 2024

Jon Fosse: El otro nombre (Septología I)

Idioma original: noruego

Título original: Det andre namnet

Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun

Año de publicación: 2019

Valoración: Muy recomendable


Estas cosas a veces pasan, pocas veces pero algunas sí. Ahora ya sé que Jon Fosse es un autor bastante prolífico, que lleva como cuarenta años publicando novela, teatro y poesía, y candidato in pectore al Nobel desde hace tiempo. Pero yo, ignorante de todo esto, le descubro por pura casualidad, podríamos decir por intuición, en la estantería de cierta librería de la que he hablado varias veces. Un libro que parecía tener algo interesante, el primero de una septología (¡), algo que ojeando sobre la marcha tenía pinta de prosa moderna, fresca… El caso es que el libro pasa a la cola de los pendientes, y queda ahí en la balda colocadito cerca de otros autores nórdicos, como Enquist, Ulven o Kivirähk. Y de repente, resulta que le dan el Nobel. Por una parte, me siento un poquito orgulloso de mi olfato literario, y por otra algo avergonzado de haberle tenido cogiendo polvo tanto tiempo.

La citada septología es una de sus obras más recientes, iniciada en 2019, y la que tenemos aquí, la primera de sus entregas que, por lo poco que sé, parece muy influenciada por algunas experiencias personales en relación con el alcohol y la religión.

El monólogo interior es un recurso narrativo del que yo creo que se ha abusado un tanto. Quizá seduce a algunos autores porque, aunque es ya bastante antiguo, conserva una apariencia moderna, más aún si se fuerzan un tanto las reglas de la sintaxis o se escamotean signos de puntuación, por ejemplo. Además, parece algo fácil de utilizar, suficiente con largar parrafadas mezclando muchas cosas, dejar fluir el pensamiento y generar una sensación de confusión e intensidad. El resultado no siempre es bueno, pero cuando se consigue, la lectura se hace sugerente y la información va calando de forma penetrante.

Jon Fosse lo hace muy bien. Su monólogo se funde a ratos con un relato en primera persona, y en él encontramos reflexiones, recuerdos, deseos, tal vez sueños, escenas reales, sin que sea posible, y es uno de sus grandes logros, determinar a cuál de estos grupos pertenece lo que se cuenta. Se presentan simultáneamente en un mismo relato, de apariencia coherente, distintas posibilidades de una misma vida, las opciones que se abandonaron y las que el destino convirtió en imposibles, todo protagonizado por un único personaje que se desdobla, se observa a sí mismo o a su otro yo posible, e interactúa en aquellos otros escenarios, pasados o imaginados, quizá intentando enmendarlos, o solo para rememorarlos. Si quieren, la monserga de la autoficción, sí, pero que cuando se le hace funcionar de verdad es una opción tan válida como otra cualquiera.

El pintor que colocaba los cuadros vueltos contra la pared hasta no haber encontrado en ellos la luz que buscaba, el alcohólico al borde del colapso, el hombre que perdió a su pareja y que no recuerda si tuvo un hijo o solo lo deseó, uno y varios personajes que desde sus pequeñas casas aisladas parecen ser atraídos hacia la ciudad, donde quizá se encuentre el nudo donde se reúnen todas las trayectorias. 

Esa inmersión entre tinieblas y nieve que cae incesante tiene algo de insana, provoca cierta desazón y transmite el profundo cansancio que pesa sobre el protagonista. Pero al lector, a mí al menos, le deja la gratificante sensación de darse cuenta de que está fuera de ese mundo sombrío y aplastante, y puede disfrutar de maravillosas escenas como la de la pareja que pasa el rato en un solitario parque infantil sin más aliciente que el sentirse juntos, o las sucesivas caídas del pintor, quizá un guiño bíblico, a la espera del aguardiente. La doble presencia del lector, dentro y fuera del relato, por momentos sumergido en la narración, viendo, sintiendo, quizá sufriendo, y un segundo después a salvo en el sillón de su casa.

Mucho talento para llevar a buen puerto toda esta complejidad, mejor dicho, primero crearla a partir de algo de apariencia tan sencilla, y después desarrollarla y culminarla creando la atmósfera adecuada, solo a base de inteligencia, buena mano y una prosa limpia, sin trucos ni artificios. Vamos, calidad como para dejarle a uno a muy poco de ir a por el segundo volumen, y empezar a corregir errores.


Otras obras de Jon Fosse reseñadas en ULADBlancura

miércoles, 17 de abril de 2024

Reseña + Entrevista: La visitante de Alberto Chimal

Idioma original: español

Año de publicación: 2022

Valoración: entre recomendable y muy recomendable

Gabriela, originaria de Toluca, abandona su pueblo ciudad natal para cursar contaduría en la Ciudad de México. Como muchos jóvenes forzados a tomar decisiones vitales prematuramente, encuentra poco placer en su carrera, asistiendo a clases más por rutina que por interés. Su vida toma un giro al descubrir, gracias a su prima, un taller de teatro que la cautiva de inmediato (obviamente, en gran parte gracias al profesor). La novela comienza con estas incursiones de Gabriela en el mundo del teatro, lo que la lleva a cuestionar sus preconcepciones "provincianas". Durante esta etapa, su vida transcurre con relativa calma, aparte de las dificultades típicas de cualquier “estudihambre” normal.

Los conocedores de la obra de Alberto Chimal anticiparán un giro hacia lo paranormal o fantástico, y así sucede. Como sugiere el título, una presencia emerge de una especie de limbo (“l frontera”) para alterar radicalmente la existencia de Gabriela, exponiéndola a ciertos secretos turbios del taller de teatro y a la realidad social de su país. La temporalidad es crucial, situando la narrativa a inicios de los años 70, una época marcada por la desilusión juvenil, las secuelas de represiones estudiantiles y un choque generacional entre conservadurismo y nuevas ideas.

Esta novela tiene muchos elementos que suponían un riesgo al fracaso. Escribir una novela sobre fantasmas y posesiones en un país azotado por la violencia, como lo es México, supone el riesgo, por un lado, de herir susceptibilidades, y por el otro, de quedarse corto. De que los hechos, por paranormales que puedan ser, no superen al terror real con el que tienen que convivir los habitantes de la tierra de los magueyes. ¿Por qué alguien se interesaría por aquellas almas que habitan ese limbo llamado “la frontera”, cuando hay una frontera real, un desierto donde las mujeres tienen la esperanza de vida más baja del país?, ¿Por qué a alguien le preocuparía la posesión de una niña por el alma en pena de una mujer asesinada, cuando hay miles de madres aterrorizadas por el fantasma de sus hijas y hermanas, y que las acompañaran hasta que ellas mismas, de una manera u otra, cruzan a su vez esa frontera? Acaso abordar este tema desde el punto de vista de una niña, y añadiendo elementos fantásticos sea una forma de lidiar con una situación que, de otra manera, sería insostenible (vaya que cuesta ver directamente a la cara a la realidad). 

Pese a que el tono de la novela recuerda mucho a lo que usualmente se cataloga como “literatura juvenil”, caracterizada por adolescentes en pleno descubrimiento de sí mismos y adultos antagónicos, Chimal maneja el tono sin caer en clichés, de tal manera que logra abordar un tema tan delicado (casi tabú en México), como es el de la violencia contra las mujeres y los feminicidios.

Dicho lo anterior, hay algunos puntos que no me agradan del todo:

La novela parece estar dividida en dos partes. Los sucesos que ocurren en la primera mitad, enfocada principalmente a la vida estudiantil de Gabriela y a sus actividades teatrales, pierden relevancia una vez que se introducen los eventos paranormales.

El profesor del taller de teatro cambia radicalmente de carácter sin una explicación, a mi parecer, satisfactoria, como si nos hubiéramos perdido un capitulo de su historia. Posteriormente se revelan ciertos aspectos de su pasado que pueden explicar tal transformación, pero da la impresión de ser una justificación en retroactivo de ese cambio.

Me parece que el papel de la protagonista pierde fuerza una vez que ocurren los elementos fantásticos, como si cediera su puesto a otro personaje. Esto se resuelve al final de libro, pero en el inter es un poco chocante esta salida de escena.

Admiro mucho el estilo de escritura de Chimal, que recuerda mucho a su forma de hablar. Incluso su tono de voz casa muy bien con el tono de su narración. Se disfrutan particularmente los pasajes donde se describen las actividades del grupo de teatro, el movimiento de los cuerpos en el escenario, las sensaciones de los estudiantes, la percepción de aquellos que observan, etc. Me atrevería a decir que solo por esos bellos pasajes vale la pena leer este libro. 

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Alberto Chimal tuvo la amabilidad de regalarme un poco de su tiempo para platicar más a detalle sobre su novela. Además, nos lee un pequeño fragmento. Pueden checarlo en el siguiente enlace.


* Para quienes deseen profundizar en su metodología, Chimal ofrece un curso de escritura creativa en Udemy y en su sitio web, además de un canal de YouTube con su esposa, Raquel Castro, donde abordan variados temas literarios, altamente recomendable. 


martes, 16 de abril de 2024

Michael Winkler: Grimmish

Idioma original: Inglés
Título original: Grimmish
Año de publicación: 2021
Traducción: Eduardo Iriarte
Valoración: Está muy bien

"El hombre es la única criatura que inflige dolor por diversión, consciente de que es dolor" (Mark Twain)

Quiero abrir la reseña con esta cita de Mark Twain porque, aunque en otros sitios (si es que hay sitios que hayan leído y reseñado este libro) puedan decir que es, al menos en parte, novela(falsa)biografíaensayocrónicadocumental, creo que la mejor definición de Grimmish es la de artefacto posmoderno acerca del DOLOR. 

Parte nº 1: artefacto posmoderno. La reseña del propio libro es el capítulo 1 del libro (bucle infinito, vaya) y ya nos da una pista de que lo que vamos a leer va a ser, como poco, peculiar. En páginas posteriores, notas al pie que incluyen digresiones, aclaraciones, citas y reflexiones, informes médicos o policiales, crónicas periodísticas, diálogos surrealistas, ruptura de la cuarta pared, y de la "lógica narrativa" seaesoloquesea, etc confirman ese carácter peculiar del texto y hacen que este oscile entre lo divertido y lo profundo, entre lo realista y lo surrealista, pero mantenga al lector enganchado a sus páginas.

Parte nº 2: acerca del DOLOR. Sí, todo ello para hablar del dolor físico y no físico, del dolor propio y ajeno, de la violencia, de nuestra actitud hacia ella, y de formas de entender o no la masculinidad. No solo, eso; otros temas aparecen de forma tangencial en el libro, como la "australianidad", el papel de las palabras, etc, pero el epicentro del texto lo ocupa, sin duda, EL DOLOR.

Para ello, Winkler se sirve de Joe Grim, púgil italoamericano de cuarta fila pero con una resistencia sobrehumana al dolor y que anda de gira por Australia allá por 1908-1909, del tío Michael (si es que ese es su verdadero nombre), testigo / acompañante de la tourneé pugilística, y del propio narrador/autor.

Es Grim un personaje fascinante, un tipo que habla como un sabio, que actúa como un bruto y que es un profeta del dolor. Su trabajo hace que las primeras páginas se deslicen a lo que parece una novela biográfica con el boxeo como centro, pero Winkler pone en marcha la batidora, pasa de guardia diestra a guardia zurda, juega con los límites de la ficción, cambia las alturas del golpeo, pasa de lo novelesco a lo ensayístico, de la sangre y la acción a lo reflexivo, se refugia en las cuerdas y nos acaba desarbolando con un texto torrencial y sorprendente que constituye toda una sorpresa y un reto para los lectores que busquen emociones fuertes y textos que se sitúen en los márgenes de la literatura.

P.S.: Grimmish fue un libro autoeditado. Autoeditados del mundo: no perdáis la esperanza

lunes, 15 de abril de 2024

J.D. Salinger: Narrativa completa


Traducción: varios
Valoración: imprescindible

Perdón por la omisión de un eventual interrogante. No sé si la caja que Alianza tiene en el mercado podría llamarse así, cuando pasados ya algunos años tras la desaparición del genio estadounidense no pasa demasiado tiempo sin que se especule con la posibilidad de que exista producción literaria que escribiera en el extenso periodo durante el cual vivió retirado de cualquier actividad pública o editorial. Sus incondicionales estamos en una espera permanente y no encontramos otro consuelo que las relecturas, y qué mejor y más cómodo que acceder de una tacada a todo lo que publicó.
Porque las instrucciones claras y tajantes se siguen cumpliendo a rajatabla. Sus cuatro libros siguen publicándose regularmente sin que se permitan prólogos, epílogos, textos introductorios o meras presentaciones. La obra del escritor, sea novela o cuentos, y con eso hay que apañarse mientras cualquier efemérides. Por supuesto, toda su obra se encuentra reseñada en este blog, junto a algunos textos que refieren a su autor y, me perdonaréis que encaje esto que más que una reseña es un anzuelo, pero la vigencia de los textos del escritor me parece absoluta e incluso más visible que nunca en estos tiempos extraños que combinan globalidad y exposición pública desaforada (promulgada sin decoro desde las RRSS) con retraimiento e individualidad exacerbada. 
De todo ello trató Salinger en una obra que es escueta y a veces críptica y deslavazada pero que su visión conjunta (aquí posible por una obvia cuestión práctica) permite disfrutar. Así que permitidme la licencia de una tenaz re-recomendación, por supuesto habrá quienes no hayan disfrutado aún del escueto recorrido de Holden Caufield expulsado de su escuela (qué envidia poder descubrir eso desde cero), pero sumergíos en la sutil trama en torno a la familia Glass que se encuentra combinada en sus relatos, no solamente para comprender cómo se trataron conflictos individuales y colectivos - el suicidio, la angustia, la depresión - con tal sutileza y precisión que influye en toda una corriente literaria (de Pynchon a Foster Wallace) e integra un corpus literario colosal, presente, moderno y, aunque nos estemos ya resignando en que pueda limitarse a estas cuatro obras (y Narrativa completa sea el título que la defina), probablemente definitivo.


domingo, 14 de abril de 2024

Manuel Azaña: La velada en Benicarló

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1939

Valoración: Muy recomendable


Apenas unos meses después del levantamiento del 18 de julio, y ante la proximidad de los sublevados a Madrid, Manuel Azaña, presidente de la República, fija su residencia entre Valencia y Barcelona. Precisamente allí, en Barcelona, escribe La velada en Benicarló, reflexionando sobre la guerra que, aunque todavía duraría dos años más, empezaba a tener una perspectiva bien oscura para la República. La reflexión se hace extensiva a aspectos más amplios hasta constituir una especie de testamento político en el que Azaña expone sus convicciones sobre cómo debe funcionar un régimen democrático, el valor de la cultura y la necesidad de reconciliación. Hay un fondo de estupor y desesperación que recuerda a algunos pensadores del 98, y que también, claro está, entronca con el liberalismo jacobino que siempre profesó.

El texto tiene el formato de una charla entre diversos personajes, entre los que podemos distinguir al propio Azaña, junto a profesionales de diferentes tendencias dentro del arco político republicano. Podríamos ponerles nombres, en los que seguramente estaba pensado el autor, pero es lo menos importante. Aunque aparenta ser una dialéctica abierta, está claro que Azaña quiere transmitir, por encima de todo, su visión del momento.

Como fácilmente se deduce del hecho de estar escribiendo sus reflexiones al mismo tiempo que no lejos suenan las bombas, Azaña es, más que un político, un intelectual, lo cual siempre presenta el peligro de desconectar de la realidad social. Uno de sus personajes critica abiertamente que sueñe con ‘una República de gentes finas, sin muchedumbres, una República para la Academia de Ciencias Morales y Políticas’, republicanos de cátedra que hablan bajito y sorben tazas de té. Es consciente del reproche y no se defiende, probablemente porque es verdad. Por eso no entiende, o no puede sufrir, la salvajada, el descontrol, la ofuscación de los agresores pero también de algunos sectores rojos que defienden esa su República ideal, pero también otros objetivos que finalmente supondrían su propia negación.

Ante el panorama sombrío que se presenta, identifica los motivos por los que se puede perder la guerra: 

“La política franco-inglesa [de no intervención]; la intervención armada de Italia y Alemania; los desmanes, la indisciplina y los fines subalternos que han menoscabado la reputación de la República y la autoridad del Gobierno; por último, las fuerzas propias de los rebeldes”

La tercera de estas razones parece sumir a Azaña en el desencanto y la amargura: admite, admira y agradece el levantamiento popular contra los golpistas, pero la desorganización y la imposición de intereses partidarios han dado al traste, al menos en el momento en que escribe, con la capacidad de mando de los militares profesionales, quienes debían liderar una estrategia sólida como única forma de enfrentar la situación. Las milicias, los sindicatos y los comisarios políticos imponen sus criterios y a veces se boicotean o se enfrentan entre ellos. Cada uno hace, nunca mejor dicho, la guerra por su cuenta, y los momentos heroicos se quedan en episodios puntuales y poco relevantes para la defensa de la República. El pesimismo y tal vez la falta de energía del presidente alimentan, y quizá exageran, esa visión frustrante del momento.

Que nadie piense en equidistancias, Azaña es un ferviente republicano ya desde antes de la dictadura de Primo de Rivera, alguien que cree en un Estado moderno y en la posibilidad de la convivencia aunque en ese momento resulte algo ilusorio. Cometió errores graves y quizá anduvo escaso de capacidad para maniobrar en momentos difíciles, bien sea por sus propias limitaciones, o por lo explosivo de la situación. Pero es ante todo un demócrata que para detener la sangría y salvaguardar las libertades está dispuesto a casi todo. Como algunas otras (pocas) voces de la época, intenta mantener el conocido lema de “Paz, piedad y perdón”, con muy poco éxito desde luego. Una proclama tal vez demasiado ingenua, o un llamamiento desesperado por frenar el derrumbe.

Con su prosa algo decimonónica y un modo de razonar en abstracto tan lejano a nuestra política de hoy en día, el libro ofrece un punto de vista diferente, en buena parte ignorado al verse sepultado por las circunstancias, pero que merece mucha la pena conocerse. Y de paso deja otra reflexión que parece pensada a propósito para los tiempos actuales:

“A muchos españoles no les basta con profesar y creer lo que quieran: se ofenden, se escandalizan, se sublevan si la misma libertad se otorga a quien piensa de otra manera”


sábado, 13 de abril de 2024

Junichirō Tanizaki: El demonio y otros cuentos

Idioma original: Japonés
Traducción: Ryukichi Tearo / Ednodio Quintero
Año de publicación: 1912-1925
Valoración: Recomendable (con matices)

Qué relatos tan interesantes, estos compilados en El demonio y otros cuentos. Publicados originalmente entre el 1912 y 1925, pertenecen a la pluma de un Junichirō Tanizaki joven. La bisoñez del autor se plasma principalmente, tal y como resalta la nota introductoria de este volumen, en su «infatuación (...) por las formas y costumbres occidentales» (pg. 17). También en su vigor e intensidad narrativa, los cuales a veces actúan en detrimento del desarrollo argumental o la exposición temática orgánicos.

Por lo demás, los relatos recuerdan sobremanera a la obra del autor, independientemente de en qué edad la escribiera. Especialmente por sus atinados retratos psicológicos, su predilección por la faceta oscura del ser humano, su muestrario de erotismo decadente y su finura estilística. 

Dejad que me detenga un instante en los personajes concebidos por Tanizaki, porque son realmente extraordinarios. Odiosos a la par que entrañables, a su complejidad hay que sumarle otro rasgo característico: su tendencia contradictoria. La mayoría son varones, escritores de profesión o estudiantes, y tienen ínfulas artísticas o ciertas dotes intelectuales. 

Muchos de ellos son conscientes de que sus actitudes son «criminales», «inmorales» o «propias de un loco». Aun así, hallan formas de racionalizar su maldad, su egoísmo y sus vicios. Sobre todo apelan a la naturaleza humana, o mejor dicho, a su propia predisposición como individuos. Sin embargo, eso no les impide acusar, inmediatamente después, a la sociedad de sus defectos.

Examinemos, por ejemplo, al protagonista de "Tristeza de hereje", que primero asegura esto: «Antes de arrepentirse de lo que había hecho, Shozaburo prefería odiarse a sí mismo por aquel defecto incorregible que consideraba innato a su persona. / El arrepentimiento debería ir acompañado de una penitencia. Pero a Shozaburo la autocrítica no lo conducía a pensar en la necesidad de cambiar su forma de ser. Sabía perfectamente que no sería capaz de hacerlo, aun cuando lo deseara.» (pg. 355) Más adelante, este mismo personaje cambia radicalmente de postura y acusa de su «mezquindad» a «las penurias económicas que se había visto obligado a padecer». (pg. 347)

Es cierto que algunos relatos de El demonio y otros cuentos se beneficiarían de un mayor desarrollo. Por ejemplo, aquellos centrados en el retrato psicológico del protagonista ("El criminal", "Una confesión" y "El odio") suelen entregar una voz narrativa y una caracterización únicas; sin embargo, dan la impresión de que podrían insertar éstas en un argumento mayor, como sí hacen "Jotaro, el masoquista", "Tristeza de hereje" o "El demonio".

Estas tres últimas piezas, por cierto, se cuentan entre mis favoritas. Quizá no sean perfectas, pues su acabado y ejecución no es tan redondo como me gustaría. "Jotaro, el masoquista" desperdicia algún personaje secundario, y no exprime al máximo a su protagonista; por otro lado, "Tristeza de hereje" tiene partes muy potentes, pero que no acaban de encajar en el todo; en cuanto a "El demonio", apenas esboza su núcleo duro. En cualquier caso, los tres relatos refulgen con el vigor de su prosa, la audacia de sus premisas, sus memorables protagonistas y su autenticidad literaria. 

Otro relato muy bueno, casi me atrevería a afirmar que perfecto, es "El pequeño reino". Además de partir de una premisa interesante y original, está magistralmente urdido. 

Llegados a este punto, sólo me queda resumir brevemente los textos que componen El demonio y otros cuentos:

  • "La creación": Un artista quiere emparejar a dos jóvenes bellos para que alumbren a un hijo perfecto. Tanto el argumento como los personajes son bastante planos, por lo que su atractivo es, a mi juicio, que está narrado únicamente con diálogos (a excepción de unas pocas acotaciones cronológicas).
  • "El criminal": Monólogo de un pintor que ha acabado en la cárcel tras estafar a un conocido. Las reflexiones de la psicología del criminal que desprende son sumamente curiosas.
  • "Una confesión": Interrogatorio que trata de esclarecer las motivaciones para pegar, robar y asesinar de un hombre. Escrito exclusivamente a base de diálogos, presenta un humor negro y una lógica interna bastante retorcidos. 
  • "El odio": Intensa y contundente descripción del odio en estado puro, con toda su crueldad e irracionalidad.
  • "Un puñado de cabellos": Tres amigos mestizos compiten entre ellos para casarse con una atractiva rusa. Gamberrada simpática y entretenida ambientada en el terremoto de Tokyo-Yokohama de 1923.
  • "Una flor azul": Un cuarentón pasea con su amante adolescente. Quizá el más ambicioso estructuralmente hablando, pues mezcla con idéntica soltura la realidad y el ensueño, el presente y el pasado. Además, aporta contrastes entre lo nipón y lo occidental muy enjundiosos.
  • "Historia de una mujer convertida en mono": Una desdichada geisha se convierte en el objeto de deseo de un primate que no la dejará en paz hasta que logre poseerla. 
  • "Jotaro, el masoquista": Un escritor relativamente exitoso se embarca en una sórdida aventura para satisfacer su lujuria. Por momentos roza la brillantez, y aunque no mantiene ese nivel a lo largo de su extensión resulta una lectura exquisitamente decadente.
  • "Tristeza de hereje": El primogénito de una familia empobrecida y disfuncional ostenta una personalidad miserable con quienes lo conocen. Tiene escenas potentísimas, como esa del gramófono.
  • "El demonio": Un estudiante de provincias que se va a vivir con su tía a la ciudad para cursar Derecho se ve integrado en un triángulo amoroso lleno de celos y perversión con su ambigua prima y el celoso jardinero. Pocos escritores pueden escribir algo así de turbio.
  • "El pequeño reino": Un maestro intenta combatir a un nuevo alumno que se ha adueñado de todos sus compañeros de clase con pasmosa facilidad. Como he resaltado anteriormente, me parece redondo.

Resumiendo: El demonio y otros cuentos es, pese a su irregularidad, una antología recomendable. Sus relatos guardan cierta unidad temática y tonal, pero aun así despliegan extensiones y técnicas muy variadas. Sin lugar a dudas, merece conocer esta fase casi embrionaria de Tanizaki, el eterno candidato al Premio Nobel de Literatura.


También de Junichirō Tanizaki en ULAD: Aquí

viernes, 12 de abril de 2024

Eduardo Mendoza: Tres enigmas para la Organización

Idioma: español

Año de publicación: 2024

Valoración: está bien

Vamos a reconocer de una vez que Eduardo Mendoza es el escritor español y puede que de todo el mundo más listo que hay. las pruebas: escribió hace ya casi cincuenta años una novela de pretigio, pese a su carácter bastante disfrutón, como se dice ahora o disfrutona pese a tener prestigio, si se prefiere). Repitió la jugada años después con otra no menos disfrutona y prestigiosa y entre medias, unas novelitas graciosetas, como para relajar la mano sin perder el pulso, que tuvieron igualmente gran predicamento, porque a todo el mundo le gusta echarse unas risas. Después multiplicó la jugada con una narración por entregas que acabó siendo un bombazo y el hombre lo vio claro... ¿Para qué preocuparse en escribir novelas más o menos serias, sin duda excelentes, pero que gozaban de menor favor del público lector? Después de todo, ya había demostrado (y demostraría aún en más de una ocasión) lo que era capaz de hacer y si el populacho quería jolgorio y cachondeo, pues eso le iba a dar, que ahí están los chines, después de todo. Así, Mendoza ha acabado convirtiéndose en el autor español de humor más reconocido, celebrado y, sobre todo, rico... quiero decir exitoso, que ya se sabe que los literatos no escriben para ganar dinero. 

En fin, que el señor Mendoza lleva ya años y lustros escribiendo novelas más o menos humorísticas, más o menos originales y más o menos conseguidas. De las que yo he leído (tampoco todo) de lo que va de siglo, destacaría, por ejemplo, El asombroso viaje de Pomponio Flato, cuyo título, simplemente, ya mueve a la sonrisa o Riña de gatos, que, en cambio, no es demasiado cómica, o lo es todo lo que puede serlo un asunto tan risueño como la Guerra Civil española (ninguna de las dos novelas reseñadas en el blog, por cierto... de momento). 

Su última creación, al menos publicada, es, cómo no, otra novela de humor, está Tres enigmas para la Organización, de la que es difícil hacer spoilers, porque ya su título lo dice todo: la citada Organización es una agencia española de ¿seguridad? ¿Inteligencia? ultrasecreta que se ocupa de resolver  relacionar casos que han quedado fuera del alcance del resto de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Con base en una oficina del Ensanche de Barcelona, la Organización es lo más parecido a la T.I.A. del añorado Ibáñez que podemos encontrar en el panorama literario y sus agentes no menos precarios y peculiares que los mismísimos Mortadelo y Filemón: camuflados (?) tras noms de guerre como Pocorrabo,  Buscabrega, Monososo, la Boni o la señora Grassiela, se afanarán en desentrañar tres misterios que si jefe -simplemente conocido como el Jefe- se ha empeñado en que deben guardar relación entre sí: el suicidio de un cliente de un hotel de las Ramblas, la desaparición del propietario de un lujoso yate amarrado en el puerto y el sorprendente manteniendo de precios bajos de la empresa Conservas Fernández. Pese a su apariencia inoperante, la troupe de la organización no se mueve mal en las labores detectivescas, un poco al estilo de los ocupantes de la Casa de la Ciénaga de Mick Herron o los poulets grillés de Sóphie Hénaff, y los tres casos, entre peripecia y trapisonda, se van desenredado a la vez que se imbrican entre sí, por paradójico que resulte...

Con estos huesos se puede hacer buen caldo y a don Eduardo no le sale mal, gracias a su proverbial socarronería, a su inventiva para los personajes extravagantes y a un lenguaje entre relamido y a la pata llana que resulta de lo más eficaz a efectos cómicos. Y, sobre todo,  merced a su gran oficio que le permite dotar a lo que escribe de un aire natural, hacer que sus libros se lean con facilidad sin resultar excesivamente sencillos y dando siempre la impresión de que el autor los ha escrito con la misma facilidad, y, sobre todo, pasándoselo pirata... Que luego resulten más o menos hilarantes es otra cosa; en es te caso, la novela sin duda, provoca una perenne sonrisa e incluso alguna que otra carcajada, pero quizá queda ya un poco lejos de otros títulos más gloriosamente cómicos de este escritor. Lo que, en todo caso, no está nada mal, habida cuenta que el señor Mendoza atesora ya más de ochenta primaveras, cosa que nadie podría adivinar leyendo este libro. Quizás para él y otra gente como él habría que acuñar un término opuesto al popular y expresivo "viejoven"... ¿Joviejo? ¿Joven, sin más? Lo que sea, pero por muchos años.

Tropollón de libros de Eduardo Mendoza reseñados: aquí